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Dibujo a lápiz de la Iglesia San Martiño de Zanfoga. Gentileza de la artista plástica María Colavita  (Instagram: mari.c.pincelarte) para esta página. ¡Gracias María!

En la iglesia San Martiño de Zanfoga, Galicia, se registraron la mayor cantidad de eventos de generaciones cercanas en el tiempo. Por ello la elección de la imagen. 

Este sitio es el resultado de un trabajo extenso, agotador y gratificante, nacido de mucho sudor, una buena dosis de insomnio y una persistencia infinita. Fueron largos años de investigación, recurriendo a los medios más diversos y tradicionales y a los recursos más modernos y sofisticados. Fue necesario hurgar en viejos papeles y en los buscadores de Internet, molestar a los familiares, escudriñar microfilmes, enviar cartas postales, llamadas telefónicas, y correos electrónicos a todos los rincones del mundo donde las pistas me llevaban. Y, sobre todo, ejercitar la paciencia, mucha paciencia.

Pero si bien trajo fatiga, este trabajo también trajo grandes lecciones. Trajo la alegría innegable de ver surgir nombres famosos entre mis antepasados, viejos conocidos de los libros de historia. También trajo la certeza implacable de reconocer que cualquier personaje que vivió hace 500 años tendrá hoy otros cien millones de descendientes. Y así, mezclados a lo largo de estas páginas, el orgullo y la humildad terminaron siendo el temperamento y la sazón que dieron forma a un conocimiento gigantesco, nuevo e inesperado.

Hoy, sé más de lo que sabía. Sé que por muy simple que parezca su origen, todas las familias provienen de linajes milenarios. Y si algo me diferencia de otras personas hoy en día, no es la cantidad de antepasados ​​ni los siglos de historia familiar, sino el hecho de que ahora puedo decir que sé algo sobre ellos. Hoy no soy ni más ni menos importante de lo que siempre fui; ni soy más ni menos importante que los demás.

Pertenezco a todas las familias. Y sé que todos pertenecen a mi familia. Porque en esta larga búsqueda encontré cientos de apellidos, superponiéndose y confundiéndose en decenas de generaciones, formando una red interminable de seres entrelazados, cuya malla revela de manera indiscutible que, al final, todos somos parientes de todos.

Si alguien quiere saber de dónde vengo, qué sangre corre por mis venas, esta es la respuesta:

Son argentinos, españoles, belgas, holandeses, portugueses, italianos y franceses, alemanes y húngaros, turcos y árabes, griegos y armenios, europeos, americanos, asiáticos y africanos, católicos y protestantes, judíos y musulmanes, ateos y paganos, sacerdotes y laicos, peregrinos y misioneros, conversos y excomulgados, santos y profetas, maestros y analfabetos, médicos e ingenieros, jueces y abogados, mecánicos y zapateros, artesanos y comerciantes, campesinos y labradores, esclavos y señores de la tierra, nobles y plebeyos, reyes y emperadores, náufragos y exiliados, asesinos y asesinados, militares y guerreros, mayores y coroneles, jefes y diputados, gobernantes, rebeldes y forajidos, exploradores y navegantes, pioneros, fundadores de ciudades, princesas secuestradas y barones raptados, herederos y bastardos, ricos y pobres. Ese, ese soy yo.